LAS ESFERAS PÚBLICA Y PRIVADA Y EL FIN DE LOS POLOS DERECHA E IZQUIERDA (2/4) - LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
En estos “juegos de infalibilidad” a que hacía mención anteriormente, el poder manipula el lenguaje y puede hacernos ver negro lo que, objetivamente, es blanco -como decía aquel labriego castellano Doctores tiene la Iglesia-. Mas creo haber llegado el tiempo en que personas comunes y corrientes como el que escribe estas líneas, pero preocupadas con los problemas que nos afligen a todos, Ciudadanos del Mundo, que alguien denominó, debemos dejar a un lado nuestras diferencias y unirnos en el compromiso de la construcción de un mundo más justo, y, en este desafío, abrir el diálogo para evidenciar y entender las raíces de estos problemas.
Por esta razón, en un artículo mío publicado hace algunos meses, decidí escribir sobre la actual inexistencia -en los términos de una base lógica-, del eje político izquierda-derecha y de la incoherencia práctica de su discurso ideológico, así como sobre la obsolescencia de las actuales instituciones democráticas. El susodicho artículo parece que levanto bastante controversia, pero se este a favor o contra sus argumentos, nadie debería calificar el debate como trivial. La cuestión es pertinente y actual sobremanera en cuanto que nos puede ayudar a desenmascarar esta retórica del poder a que hacía mención en la parte anterior.
Asi pues, devo atizar un poco más de leña al fuego en respuesta a los argumentos que actualmente son esgrimidos en defensa de la diferenciación política entre izquierda y derecha. Dejando de lado los “argumentos” que en aquella ocasión algún crítico profirió en relación a que Zeus existe porque hay griegos que creen en él, me centraré en el clavo ardiente en el cual se intenta sostener actualmente -a duras penas- la división política entre la izquierda y la derecha, a saber, la priorización de las esferas pública o privada respectivamente.
¿Qué se entiende por público? En diccionarios de portugués on-line en Internet encontré las siguiente acepciones (adj.): Público, do latim publicus; relativo ao povo; que é de todos, comum; que serve para todos; notório; sabido. Buscando, también on-line por acepciones en español, encontré las siguientes en el diccionario da Real Academia Española de la Lengua: Notorio, patente, manifiesto, visto o sabido por todos; Vulgar, común y notado de todos. Ladrón público; Se dice de la potestad, jurisdicción y autoridad para hacer algo, como contrapuesto a privado. Perteneciente o relativo a todo el pueblo.
En lo que concierne a la acepción de la palabra público en una utilización económica del termino, el sentido es claro, aunque genérico. Se trata de lo que concierne a todos o a todos pertenece. Es, también, contrapuesto a privado.
Haciendo idéntico ejercicio con la palabra privado obtenemos, en portugués, las siguientes acepciones (adj.): Privado, do Lat. Privatu; desprovido; falto; que não é público; particular, individual; íntimo; proibido. En el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua encontramos las siguientes acepciones (adj.): Que se ejecuta a vista de pocos; familiar y domésticamente, sin formalidad ni ceremonia alguna; Particular y personal de cada individuo; Que no es de propiedad pública o estatal, sino que pertenece a particulares.
Refiriéndonos ahora a la utilización de la palabra privado, en un contexto también económico, el sentido está asociado al de la propiedad particular, dotada de una cierta opacidad, privativa, en oposición a público.
De lo expuesto podemos deducir que la definición de termino público no implica necesariamente una “pose” popular de las cosas (sin excluir esta posibilidad por supuesto), y si algo “que concierne a todos” (perteneciente o relativo, recordemos). En cambio el termino privado deja bien claro que se trata de algo particular. En el caso del termino público este resquicio es muy importante porque, de hecho, casi siempre se traduce en estrictamente eso, “en lo que concierne a todos” y no “en lo que pertenece a todos”.
No obstante, en el pensamiento popular fluye muchas veces la idea de que lo público “es lo que pertenece a todos”. Con este pensamiento subyacente revolucionarios que se dicen de izquierdas nos venden la idea de que la revolución “devolverá las empresas al pueblo”, no obstante, éstas siempre acaban bajo el control de unas pocas personas -del partido, claro-. La utilización del termino público puede llegar también a ser algo paradójica cuando alguien dice que determinada empresa privada es de interés público.
De lo expuesto se puede decir que de los dos ejes principales que definen el termino público, “lo que concierne a todos” y “lo que es de todos”. La estructura de poder humana, independientemente de su ideología, maximizó la utilización del primero y minimizo la del segundo. Con lo cual y desde una perspectiva de poder, ambos términos, público y privado, se aproximaron sobremanera.
Si en un ejercicio de imaginación reequilibrásemos los dos ejes que guían el concepto de lo público, veríamos, por ejemplo, la distorsión que muchas veces se hace en la utilización del término empresa pública. ¿Todas las empresas públicas que conocemos pueden ser consideradas rigurosamente como tales? ¿Podemos decir que son nuestras, que pertenecen a todos? ¿Recibimos algún tipo de beneficio de ellas? Desde el punto de vista de “lo que es de todos” la respuesta es bastante indirecta, pues tales empresas están sobre el control del gobierno que, a su vez, -por lo menos en la democracias- es elegido en sufragio universal. Pero la verdad es que la distancia entre el poder en tales empresas y el control que la sociedad puede ejercer sobre las mismas es, en realidad, enorme.
Lo que resulta evidente es que ellas son posibles gracias al dinero de todos y, en ese sentido, son indiscutiblemente públicas -afectan al bolsillo de todos-. Se puede argumentar cuanto a los beneficios que estas empresas ofrecen a la sociedad como un todo, aunque cuando los servicios son pésimos, más que un beneficio, suponen una carga pesada.
En una línea paralela, el llamado empleo público que generan nuestras arcaicas instituciones públicas es también algo bastante relativo, pues los concursos son muchas veces orientados políticamente en una lucha de intereses partidarios para dominar el aparato burocrático del Estado.
En definitiva, si se tiene que pagar por un mal servicio, si soy escuchado pero mi voz en realidad no cuenta nada; si, todavía, tengo opción de participar en una “oposición” o “concurso público” para un puesto de funcionario del estado -si aparecer- pero las posibilidades son cada vez menores debido a pruebas direccionadas o falseadas posteriormente, ¿Qué tipo de cosa pública es esta?
Esta visión puede parecer muy pesimista. El cuadro, no obstante, no deja de ser real, y responde a una empresa y a unas instituciones públicas que en realidad no deberían llamarse públicas y si estatales o gubernamentales y cuyo fin ya esta anunciado.
Por otro lado en esta mal llamada empresa pública muchas veces se persiguen objetivos de rentabilidad que atentan contra la, al menos, vocación pública de este tipo de empresa. Si la sociedad, con sus impuestos, es la “accionista única” y verdadera de este tipo de empresa, al tiempo que su cliente, el objetivo no deberían ser los beneficios -tampoco las pérdidas, entiéndase- y si ofrecer un buen servicio a un bajo costo, esto es, cumplir con su papel de infraestructura de la economía. Esta empresa, al menos en la vertiente de “beneficiar a todos” podría considerarse un cierto tipo de empresa pública, y debemos distinguirla de la estatal o gubernamental.
Pero el problema surge cuando los intereses públicos entran en ruta de colisión con los privados -o viceversa-, en la explotación de algún tipo de producto o servicio, o cuando el gobierno que crea una empresa pública es manifiestamente incompetente.
Miguel Cabezas